Desde hace un tiempo he retomado las lecturas que empecé en mi formación sobre epistemología y he ampliado la búsqueda sobre este tema. La motivación es, fundamentalmente, por el agotamiento que me produce la continua discusión entre ciencias naturales y ciencias sociales y la extensión de esta discusión hacia el tema de las metodologías cuantitativas y cualitativas, especialmente en Educación que es el campo que me ocupa.
El problema, desde mi punto de vista, viene de la imposición – si me apuras vejación – de una manera de entender la ciencia: la experimental, que se ha vuelto terriblemente hegemónica y que, en educación tiene como ciencia social, lo que yo llamo un punto de fricción: digamos que por un lado se pide esa exactitud en las medidas, esa generalización probada, esa predicción sin fisuras, … que se pide a las ciencias naturales. Pero, por otro lado, hasta los más firmes defensores-as de esta idea de ciencia, admiten que no es posible en educación por la idiosincrasia del propio campo de conocimiento.
Sobre estas cuestiones y su idoneidad epistemológica en educación, ya publiqué en su día una entrada que puedes consultar aquí.
El caso es que el otro día, hablando con un compañero, utilizó una expresión que me llamó la atención. Dijo: Esa idea de ciencia como nueva religión.
Fue entonces cuando caí en lo acertado de su comparación. Pues esa ida reduccionista de lo que la ciencia es, es lo menos científico del mundo por ser absolutamente dogmático. En este sentido me recordó también a las palabras de otro compañero, profesor de filosofía en un instituto, sobre este mismo tema y que ya he publicado aquí en alguna ocasión, pero que no me resisto a reproducir las veces que haga falta:
La idea miserable (esa es la palabra) que se nos ha impuesto de: científico. No es más que una forma de enmascarar bajo la ilusión de la objetividad, profundas carencias metodológicas y, fundamentalmente epistemológicas y ontológicas. Reducir de forma simplista cuestiones terriblemente complejas y decisiones complicadas como la adecuación de las herramientas y estrategias al objeto de estudio a parámetros y formulas genéricas siempre aplicables de objetivos-resultados, causas-efectos, conductas-aprendizajes, síntomas-trastornos, … Cuando la realidad de la mente humana, y por ende el aprendizaje, dista mucho de ser (por suerte o por desgracia) un asunto tan simple.
No olvidemos que en la comunidad científica no existe un consenso sobre cómo definir de manera completa la ciencia tal y como afirma Jiménez (2008, pp. 186-187):
la cuestión está en esbozar una aproximación epistemológica al concepto de ciencia, una vez que se ha reconocido que sobre ésta no hay un acuerdo general (Alonso, 2004: 32), falta de consenso que es más pronunciada en las ramas científicas sociales que en las naturales
Lo cual choca con esa idea tan extendida en la sociedad – y que además considera la definición de ciencia como una cuestión simple y acabada – relacionada con cuestiones como: formulación de hipótesis, método experimental, … incluso cuestiones que han sido – y son – tan discutidas entre los epistemólogos como el papel de la falsación de teorías en la ciencia [1].
Todo esto me ha hecho preguntarme en los últimos días sobre porqué está tan extendida esta idea reduccionista de ciencia. Me pregunto si no tiene que ver con que lo que más éxito tiene en esta sociedad y momentos de incertidumbre es justo, vender certidumbre. En palabras de Innerarity (2021a):
La medición promete gestionar la complejidad y reducir la incertidumbre.
No obstante, hacer ciencia – en Mayúsculas – supone entender en profundidad cuestiones muy controvertidas, aún en discusión en la comunidad científica, sobre la objetividad, la selección de los datos, …
Mi hipótesis es que el dataísmo, es decir, la creencia de que la cuantificación produce la verdad, privilegia una falsa idea de la objetividad y proporciona una certidumbre engañosa que impide un conocimiento cabal de la realidad, sobre el que deberían adoptarse las correspondientes decisiones. (Innerarity, 2021a)
En este sentido, es falaz y poco científica esta idea predominante de ciencia basada en evidencias incuestionables y que se conecta con decisiones “lógicas de forma irrefutable” y universales, de las que se derivan unas medidas que de no adoptarse sólo pueden tener que ver con la incompetencia o el desconocimiento.
Me pregunto si la pretensión de neutralidad con que se presentan los datos no nos ha seducido con la idea de que eran exactos y no hacía falta interrogarse por su contexto. Hay muchos sesgos inherentes a toda la producción, análisis y visualización de datos, pero el más perturbador de todos es el supuesto de que los datos son algo neutro, una especie de árbitros apolíticos de la verdad. Las mismas prácticas de recolección, análisis y visualización de los datos llevan a ignorar determinados aspectos de la realidad. Medir y trazar ha sido más importante para los Gobiernos que entender exactamente qué debía ser medido y trazado. Habría que invertir los términos y preguntarse no por los datos a partir de los cuales se llevarían a cabo determinadas políticas sino por qué datos requieren las decisiones políticas que hemos de tomar. (Innenarity, 2021a)
La realidad es que la ciencia es mucho más compleja, la realidad es que hacer ciencia requiere de muchos más conocimientos y muchos más cuestionamientos que la mera localización y obtención de unos datos. La realidad es que rara vez la ciencia -bien hecha- te ofrece respuestas tajantes a las cuestiones iniciales, sino que te plantea más dudas sobre las que seguir investigando.
Pero esta idea de ciencia evidencista es la que está presente en la sociedad y bajo la que se dictan los parámetros de nuestras vidas. Esto ha sido más que evidente en la crisis del COVID-19, cuyos argumentos políticos de uno y otro bando, de ideas opuestas, han sido “el estar basados en la evidencia”.
En muchos sectores de la sociedad se ha asentado la idea de que la ciencia se ha ido convirtiendo en una institución que decide sin legitimidad sobre lo técnicamente factible, lo económicamente provechoso y lo políticamente conveniente. (Innerarity, 2021b)
Y es profundamente aterrador, ver como esta cultura de la «evidencia o muerte» se ha asentado también en educación – socialmente pero también académicamente o desde las instituciones que financia proyectos de investigación, cuestión esta mucho más preocupante – un área de conocimiento que por su naturaleza ha tenido siempre una tradición mucho más abierta a la hora de entender qué y cómo se hace la ciencia.
Esto no quiere decir que no hagan falta datos, entendedme, cuantos más datos tengamos sobre algo, mejor informados estaremos para tomar decisiones. Lo que digo es que porfiar todas nuestras decisiones a unos datos supuestamente incuestionables porque son objetivos es la actitud menos científica de todas, pues nos descarga de análisis más complejos y profundos, del cuestionamiento propio de la ciencia y nos acerca más al dogmatismo y los saltos de fe propios de las religiones.
De las primeras cosas que aprendes cuanto te formas en metodología de investigación, es la dificultad de sostener afirmaciones tajantes sobre la controversia de la objetividad y neutralidad de la ciencia. Cuestiones estas que hoy en día siguen siendo muy discutidas en la comunidad científica, pero que contrastan con la idea asentada socialmente de que ciencia es algo: objetivo, neutral e incuestionable. Como si Moisés hubiera bajado del monte Sinaí con las tablas de la ley en una mano y con los resultados de la investigación que nos interesa en la otra.
Los datos son una ayuda incuestionable, pero no existe objetividad ninguna en ellos. Siempre son fruto de las interpretaciones humanas que comienzan por qué datos seleccionamos y cómo los seleccionamos. Ser consciente de este sesgo y del grado de incertidumbre de nuestras «mediciones» es un primer paso imprescindible para hacer ciencia. Por lo tanto esta creencia a pies juntillas en la objetivida de ciertos datos o en las evidencias o investigaciones incuestionables para tomar decisiones, nada tiene que ver con una actitud científica.
Referencias bibliográficas
Innenarity. D. (2021a). La Pandemia de los datos. Elpaís. https://elpais.com/opinion/2021-01-21/la-pandemia-de-los-datos.html?event_log=oklogin&prod=REG&o=CABEP
Innenarity, D. (2021b). Arrogantes y crédulos. Elpaís. https://elpais.com/opinion/2021-04-12/arrogantes-y-credulos.html?event_log=oklogin&prod=REG&o=CABEP
Jiménez, L. G. (2008). Aproximación epistemológica al concepto de ciencia: una propuesta básica a partir de Kuhn, Popper, Lakatos y Feyerabend. Andamios, 4(8), 185–202. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632008000100008
Notas
[1] Cada vez estoy más convencido de que hace mucha falta retomar las lecturas de Kuhn.
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