El título de este post tiene que ver con una frase que le escuché a un profesor en la universidad cuando era estudiante y que a parte de condensar lo más significativo sobre evaluación, tuvo en su día, la virtud de ilustrarme claramente el término.
Y es que si hay algún asunto en esto de la educación del que se hable tanto y se diga tan poco, ese es el tema de la evaluación.
Siempre suelo decirle a mi alumnado que si alguna vez escribo un libro, lo titularé la escuela, donde la lógica pierde su sentido. En nuestra vida diaria, hacemos constantemente evaluación: con nuestras parejas (¿mejoraría nuestra relacion si tuvieramos más ocio?, ¿si le prestara más atencion?, …) cuando nos compramos un sofá (¿será lo suficientemente cómodo?, ¿cabrá en el salón?, ¿mejoraría si le pusiera el relleno más duro?, etc), … Pero en cuanto pisamos un contexto educativo, esta manera innata de evaluar, desaparece para ser sustituida por la medición. Por poner una nota de humor, ¿os imagináis esta escena y sus consecuencias?:
cariño, esta semana te he puesto un tres, necesitas mejorar
Los profesores-as tenemos una verdadera obsesión con medir, pesar el aprendizaje del alumnado. Esto no estaría mal si no fuera porque medir el aprendizaje resulta del todo imposible. Aprender es la transformación de las estructuras mentales del sujeto. Esto que dice la psicología, implica que, para saber qué ha aprendido un alumno-a deberíamos:
a) Saber con exactitud – no me valen las intuiciones o las ligeras certezas, porque de ahí a decir que no tengo ni idea, hay un paso – que estructuras mentales tenía el sujeto al inicio de curso. Insisto, exactitud. Trasladado a la vida real imaginaos que os compráis un sofá cuyo margen de error en sus medidas es de medio metro para caber en el salón o no. A nadie se le ocurriría, ¿verdad?
b) Saber con exactitud que estructuras mentales tiene el sujeto al final del curso.
Haciendo esa resta, sabríamos exactamente cuánto ha evolucionado y cuánto ha aprendido el sujeto (esta fórmula es más que aplicada en física o matemáticas). El problema viene cuando empezamos a medir estructuras mentales… Medir es:
comparar la cantidad desconocida que queremos determinar y una cantidad conocida de la misma magnitud, que elegimos como unidad. Al resultado de medir se le denomina medida
Alguien tendría la bondad de explicarme ¿cuál es la magnitud de la transformación de estructuras mentales?…. Vaya por dios! Primer problema: el alumno-a sabía cuando llegó a mi clase ¿?, cuando terminamos sabía ¿? La resta de esto da ¿? Esto en educación, como veis es una fórmula irresoluble.
El profesorado tiende a asociar esa modificación de estructuras mentales con memorización de conceptos los cuales pregunta en un examen. Llegados a este punto, siempre les digo a mis estudiantes cosas como: hazme la siguiente raíz cuadrada de…, ¿cuáles son los años de reinado de Felipe II?, ¿cuál es la capital de Costa de Marfil?, ¿qué se firmó en el tratado de Versalles?,¿cuáles son las características de una célula eucariota?, … Como os podéis imaginar les pasa igual que a vosotros-as… Ni puñetera idea. Todos los años para hablar de este tema, les pongo un examen de 2º de ESO que nadie aprueba – y que estoy seguro tampoco aprobaría ningún lector-a-. Así qué a continuación, pregunto: ¿qué ha pasado con esos aprendizajes? Os recuerdo que hay compañeros-as que fueron desechados de la escuela por no saber estas cosas que vosotros-as a día de hoy no sabéis…
Y es que aprender, no tiene que ver con memorizar… Ni siquiera son primos lejanos. Cuando memorizo, no se modifica ni una sola estructura mental de mi cabeza. Simplemente añado una información que al no usarla, la olvidaré -o no- dos días después del examen. Este viene a ser el segundo problema: aprender no es memorizar y, por lo tanto, las respuestas en una prueba no me valen para saber qué ha aprendido mi alumnado.
Así qué sí memorizar no es aprender y la transformación de las estructuras mentales -que si es aprender- no se puede medir… Se nos acaba de fastidiar el chiringuito de la mal llamada evaluación de un plumazo ¿Qué es evaluar entonces?
Trataré de explicarme brevemente… Si bien no podemos medir qué aprenden nuestros alumnos-as si sabemos – hay una amplia investigación psicopedagógica al respecto- cómo aprendemos los seres humanos. Por ejemplo la investigación nos demuestra que la construcción del conocimiento humano se realiza contrastando argumentos diferentes que desestabilicen los nuestros, por lo tanto, debemos poner a nuestro alumnado en situaciones de este tipo como los debates. También sabemos, por ejemplo que par que el conocimiento se construya debe asociarse con situaciones de práctica real. Así qué debemos poner a nuestro alumnado en situaciones de experimentación y práctica en la que tenga que resolver las mismas, usando el conocimiento existente. También sabemos -pese a que en la educación no parece haber calado- que rara vez los problemas de la vida real se resuelven acudiendo únicamente a una área de conocimiento. Por lo tanto, habrá que poner a nuestro alumnado ante problemas cuya resolución tenga ineludiblemente que hacerse acudiendo a varias áreas del saber, cuanto más mejor. Y etc.
Aquí es donde entra el valor de la evaluación: recoger información valiosa, útil,… de cómo se está realizando ese proceso de aprendizaje para mejorar las condiciones en las que se da: si la metodología docente es la adecuada, si las actividades están siendo entendidas por el alumnado, si les son relevantes, si los materiales que ponemos a su disposición les sirven, etc. Cómo veis, nada que ver con preguntas de contenidos y, por supuesto, es imposible obtener respuesta veraces sobre estos asuntos si ponemos al alumnado en situaciones de calificación – es decir si estas respuestas cuenta para la nota- ya que, lógicamente, nos dirán lo que crean que queremos escuchar.
Este es el papel y la importancia de la evaluación, optimizar, mejorar el proceso de aprendizaje. Y tiene más que ver, si me apuras, con cómo lo hacemos nosotros-as que con cómo lo hacen ellos-as.
Aquí es donde surge el tercer gran problema de la evaluación: pierde su valor cuando lo asociamos con la calificación. Me explico, si nos interesa y mucho, que el alumnado participe porque eso implica que lo que hacemos en clase está siendo relevante para ellos-as ( ese es el valor de la participación) y les decimos que la participación cuenta para nota. Participarán, pero no porque les interese – ya hemos perdido la oportunidad de evaluar- sino porque les cuenta para nota. Como veis en el asunto de la evaluación, el título de este blog, principio de incertidumbre, rige más que nunca.
Cómo resolvemos esta dicotomía entre evaluación y calificación es un asunto que debemos resolver los profesionales individualmente, pero siendo conscientes de sus implicaciones (No expongo en este post cuál es mi opción y la de otros muchos compañeros-as en este tema por no extenderme).
Ahora que están tan de moda las mal llamadas evaluaciones diagnósticas, cuya idea, incluida PISA ( por mucho que sus defensores se empeñen en negarlo), sigue siendo medir, ahora no el aprendizaje sólo, si no también las competencias (agárrate fuerte que vienen curvas). Yo me pregunto: ¿qué tienen que ver estas ‘evaluaciones’ con recoger información para mejorar nuestra docencia? ¿Hay alguna pregunta en ellas sobré recursos, actividades, metodología docente, materiales, etc? Si el uso que se le está dando a estas pruebas es para modificar los sistemas educativos (sólo hay que escuchar las veces que se cita a PISA para justificar una reforma educativa) por qué se las pasan sólo al alumnado ¿No tendrá información útil también, por ejemplo, el profesorado?… Nada de evaluación, calificación pero en su versión más subversiva ( esto mi amigo Miguel Sola lo explica de una forma muy clarita, desde aquí lo invito a que haga un post sobre el tema).
Así qué desde aquí un reto para todos nosotros-as: y si en lugar de pesar constantemente al pollo para ver si ha engordado, nos dedicamos a darle de comer? A pensar si la comida que le damos es más sana, más rica, con más calorías, etc. Y si dejamos de lado la calificación y nos dedicamos a la evaluación? Sin apellidos ni palabras añadidas, con la firme idea de mejorar lo que hacemos con nuestro alumnado y cómo lo hacemos. Porque eso, sin duda, va a repercutir en que aprendan más… ¿El qué?…ni idea… No es que no me preocupen los contenidos, si no que estoy convencido de que la única forma de garantizar que los aprendan es trabajarlos de una manera relevante para ellos-as (mejorando las condiciones de aprendizaje, tal y como hemos explicado más arriba y donde la evaluación tiene un papel fundamental).
A mi me pagan por crear contextos de aprendizaje los más ricos posibles, no por medir, tasar, pesar,…
Yo no enseño a mis alumnos, sólo les proporciono las condiciones en las que ellos puedan aprender. — Albert Einstein
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