Esta misma mañana, me ha llegado vía Facebook un artículo de Mundodiario titulado ¿Por qué los pedagogos del BBVA dan lecciones a los profesores de Secundaria? que me ha hecho recordar que tenía pendiente una entrada en el blog sobre este tema concreto.
En primer lugar, debo decir que a mí tampoco me gusta la política de empresas que financian la innovación y esta nueva ola de «gurús» educativos que está tan de moda.
Estamos asistiendo a la privatización de la innovación educativa en nuestro país y todo para terminar vendiéndonos productos. Nada más alejado de la verdadera innovación educativa.
Vaya por delante eso, no puedo estar más en desacuerdo con el artículo.
Lejos de argumentar sobre los intereses ocultos que hay detrás de estas modas y de estos gurús, el artículo se afana en atacar la figura del pedagogo o pedagoga universitario:
Lo más paradójico son las caras de estos pedagogos: guapos, sin estrés, sin ojeras, rejuvenecidos, casi niños. En su mayor parte son «profesores universitarios», experimentados teóricos que cautivan con un lenguaje pueril y lleno de obviedades, un lenguaje inspirado en un idealismo tan enfermizo como provocador para quien se juega el tipo año tras año en algunas aulas de Secundaria.
Este discurso está tremendamente extendido y lo curioso es que lo comparten profesionales de la educación: maestros y maestras.
Y digo yo caballero… yo a qué me dedico ¿a fabricar cafeteras?…
Soy profesor universitario y me dedico al mismo trabajo que un profesor de cualquier otra etapa: dar clases a alumnos y alumnas…
Respecto a lo de “cara guapa” a la que hace referencia en el artículo, agradezco el cumplido. Pero de las ojeras, cuando quieras te invito a que me veas un ratito y lo comentamos…
Cada día tengo menos tolerancia a ese discurso de que los profesores y profesoras universitarios nos dedicamos a otra cosa. Pareciera que somos entes que viven en un paraíso terrenal, alejados de los problemas de la educación y eternamente felices. Nada más alejado de la realidad: vivimos con unos sueldos indecentes (pese a lo que la gente se crea), afrontamos los mismos problemas educativos que cualquier otro profesional de la educación, nos cuesta estabilizarnos en nuestro puesto laboral décadas, estamos siempre pasando acreditaciones o escalando a siguientes figuras laborales y tenemos, por lo tanto, la eterna presión de publicar e investigar para pasar todas estas cribas. Cualquier que tenga un conocido o conocida que trabaje en la universidad, puede dar fe de esto que estoy diciendo.
Esta distinción sobre el profesorado universitario, no se hace entre profesorado de infantil, primaria y secundaria. Pese a que, insisto, nos dedicamos a lo mismo: educación.
Yo me dedico a dar clases y a hacerlo lo mejor que puedo. Como cualquier maestro o maestra.
Y claro que me atrevo a dar mi opinión sobre cómo debería ser la educación, porque para eso tengo una carrera de educación, un doctorado de educación, participo en investigaciones de educación, etc.
Igual que un maestro o maestra, que se dedica a la educación también, da su opinión sobre cómo debería ser ésta.
Mucho menos se critica a la gente de instituto (curiosamente de lo que se queja el artículo, de que cómo un pedagogo o pedagoga va a dar lecciones al profesorado de instituto), cuya mayoría no ha tocado temario de educación en su formación «ni con un palo» más allá de un CAP o máster de 1 año (salvando honrosas excepciones).
Así que lo siento, pero no, no lo compro.
Para terminar de rematar, este artículo lo firma un señor Doctor en Filología Hispánica… Yo que tengo un doctorado en educación, parece ser que no puedo hablar sobre ella. Pero él, que lo tiene en Filología Hispánica, parece que está capacitado para dar lecciones sobre qué se debe hacer o qué no en educación…
Tampoco los maestros y maestras deberían permitir este tipo de discursos antipedagógicos sobre los que ya publiqué un post hace tiempo. Nos echamos piedras en nuestro propio tejado si permitimos que gente que no se ha formado en educación opine y siente cátedra sobre el tema.